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LA SOSTENIBILIDAD DE LA INDUSTRIA TEXTIL NO SOLO ESTÁ EN LA PRODUCCIÓN

Diseñar prendas sabiendo qué pasará con ellas cuando acabe su vida útil, elegir bien proveedores y materias primas, controlar la distribución y venta o informar al consumidor para fomentar decisiones responsables. Los expertos dibujan el enorme reto de la industria textil para incorporarse a la economía circular.

Kaotiko lanza al mercado unas 300.000 prendas anuales, fabricadas todas en sus talleres propios de Mataró (Barcelona) y en los de sus proveedores, todos españoles. “Somos sostenibles no solo porque nuestra producción es local sino porque cuidamos los oficios. Sé quién corta, borda o plancha una sudadera de Kaotiko, me tomo un café con ellos, nos vamos de cena… Igual que conozco los nombres de los chicos que venden las prendas en nuestras tiendas”, explica su director general, Germán Bernad.

Cuando llegó la pandemia, las fronteras se cerraron y los contenedores de mercancías quedaron parados en los puertos de China, se vio la fragilidad de esas larguísimas cadenas de valor tejidas por la industria textil. Materias primas procedentes de un país, diseñadas en otro, fabricadas en un tercero, vendidas en todo el mundo. Kaótico, sin embargo, no tuvo problemas de abastecimiento.

“El sector textil, claro ejemplo de redes de producción global, quedó masacrado”. Así lo ha expresado Hernán Manson, especialista en el desarrollo de cadenas de valor en América Latina y el Caribe del Centro de Comercio Internacional (en inglés, ITC), en las jornadas virtuales Las cadenas de valor en el escenrio post-pandemia. Visiones públicas y privadas, organizadas por el Banco Interamericano de Desarrollo. En aquella charla, Manson observó cómo las compañías textiles estaban tratando de acortar sus cadenas de valor, haciéndolas más locales y regionales, acercando los puntos de producción a los del consumo.

“Las cadenas de valor se alargaron a partir de la crisis de 2008, cuando las empresas comenzaron a llevarse sus fábricas a Asia”, dice Susana Vela, directora de la agencia de comunicación y consultoría en moda sostenible Polka Press y tutora de proyectos fin de carrera en el Instituto Europeo de Diseño. Atendiendo solo y exclusivamente a los costes económicos, tenía su lógica, puesto que la mano de obra era más barata. Bajo ese criterio único de rentabilidad, poco importaba que “se cerraran pequeños talleres locales, e incluso desaparecieran algunos oficios, porque no había relevo generacional”, acota. “¿Qué ha ocurrido ahora? Pues que los consumidores han cambiado y se ha demostrado que lo económico no lo es todo, y que este modelo de negocio no es sostenible”, pregunta, y se responde, la experta.

A juicio de Vela, acortar la cadena de valor es solo un primer paso para hacerla más sostenible. “Hay que bajar a tierra y esbozar un mapa de situación para visualizar todo el proceso que, como marca, has de controlar”, recomienda. Defiende que el eslabón inicial sería el ecodiseño, antes incluso de que la prenda se materialice. “Debemos anticipar qué va a pasar con esa camiseta o ese vestido cuando termine su vida útil”. A continuación, vendría todo el ecosistema de productores y proveedores relacionados con las materias primas, “qué, a quién, cómo y dónde compras”, enumera. Y la gestión del almacenaje.

Cómo, y dónde producir es un auténtico nudo gordiano de la cadena de valor. “Yo puedo decir que soy muy sostenible, porque mi materia prima lo es, pero luego fabricar en Bangladés. En ese caso, puedes seguir siendo sostenible, pero tu impacto en transporte y distribución será mayor; y, sobre todo, te faltará control sobre el proceso”, incide Vela. Pero tampoco vale al revés, “decir que eres muy sostenible porque produces artesanalmente en el taller de la esquina, pero luego comprar los tejidos a proveedores chinos”. O continuar con el plástico en las bolsas o las perchas o las etiquetas de la ropa.

“Son mil factores para tener en cuenta”, admite Vela, que aconseja una visión holística de toda la cadena de valor. Que no para en la producción. “Es importante cómo lo cuentan los comerciales cuando venden ese producto, y cómo se pone en escena cuando se comercializa, qué información ofrece el vendedor, si el comprador sabe por qué está pagando 10 euros más por él. ¿Se explica bien qué es un tejido Tencel o Lyocell (producido mediante procesos medioambientalmente responsables, a partir de la pulpa de la madera de árboles de agricultura sostenible)?”, se plantea.

La falta de un consumo consciente, el desperdicio textil generado por la industria y los consumidores de moda y la falta de conciencia sostenible en los procesos de producción son los cuatro grandes problemas detectados por Sostenibilidad en la cadena de valor textil y confección de Bogotá, trabajo fin de grado de los alumnos María Villamizar y Davis Restrepo, del Colegio de Estudios Superiores de Administración (Bogotá, Colombia). La investigación se centra en los eslabones de transformación textil, con las tinturas y los desechos, y consumo.

“Tenemos muy malos procesos de reciclado”, lamenta Vela. Empezando por un cierto desconcierto sobre el contenedor apropiado para la ropa que ya no sirve, y para la que se puede reutilizar. “Tiramos una prenda de algodón sin cortar su etiqueta de plástico, con lo que será imposible reciclarla”, señala, y, consecuentemente, incorporarla a la economía circular. “Los consumidores necesitan información y formación”, reclama.

Fuente: bbva.com/es

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